martes, 11 de febrero de 2014

Sueños, sinceridad y secretos a las tres de la mañana

-El otro día soñé que íbamos al entierro de tu madre -le reconoció finalmente Mario a Lorena.
-¿Cómo? -preguntó ella cambiando la expresión de su rostro.
-Soñé que te llamaba tu padre y que te lo decía. Que íbamos a tu pueblo y la enterraban.
-Mi madre murió hace años, Mario.
-Lo sé.
-¿Lo has soñado sólo una vez?
-Sí, sólo una.
-¿Y eso te ha puesto nervioso?
Mario calló.
-Contéstame, Mario. ¿Ese sueño te ha puesto nervioso?
-Era muy real, casi que siento como si lo hubiera vivido de verdad.
-Algunos sueños pueden parecer muy reales, pero no dejan de ser sueños.
-Este es uno de esos.

jueves, 30 de enero de 2014

Una sombra bajo un árbol, Squares Jumping y un padre

Una temperatura agradable y una sombra bajo un árbol era lo único que quería Mario San Martín. Y lo tenía. Su conferencia había acabado y en lugar de irse a casa o pasear por la ciudad, decidió quedarse andando por Ciudad Universitaria y respirar el aire juvenil de la zona. Lamentaba no haber acabado nunca la carrera, pero aún estaba a tiempo de empezar unos nuevos estudios. Tenía dinero ahorrado y sus obligaciones literarias no se lo impedirían. Ya había publicado su nueva novela y todavía quedaba para terminar de escribir y comenzar las revisiones de una nueva, ésta más corta. ¿Qué le frenaba entonces para estudiar? Realmente nada. Ni siquiera su relación con Lorena. Es más, eso era lo opuesto a un freno. Ella le animaba continuamente a resarcir lo no hecho en el pasado mientras tuviera el cerebro en buenas condiciones.

martes, 28 de enero de 2014

Dolor, lágrimas, resignación y the Midnight Special

El sepulturero cerró el nicho y todo acabó. Lorena lloró sobre el hombro de su padre, que se mantuvo serio y sin decir ni una palabra desde que salieron de la iglesia camino del cementerio. Uno a uno, todos los familiares, amigos y conocidos del pueblo les fueron abrazando y dando besos, diciéndoles que ya había pasado todo y que ahora tenían que mirar hacia delante. Ella ya no sufriría más, se fue de repente y esas cosas hay que asumirlas. Las palabras no alivian en esos momentos en los que una piedra se interpondrá para siempre entre tú y tu madre. Pero es lo que hay. ¿Cómo luchar frente a la muerte y frente al dolor que la misma provoca en los que despiden a quien se va para no retornar jamás? Todos se marcharon del cementerio en los siguientes minutos a la dura despedida final, en un proceso de varias fases en las que el fin está cada vez más cerca y cada segundo es eterno. Todos salvo Lorena, su padre Sebastián y Mario, que la observaba desde un segundo plano.

domingo, 26 de enero de 2014

Un abrazo bajo la luz de la Luna y una estrella que se apaga

Lorena estaba en la terraza viendo las estrellas y bajo sus ojos todavía tenía la huella de las lágrimas. No recordaba haber llorado tanto como ese día. Pero no todos los días tu padre te llama y te dice que tu madre ha muerto de un infarto. No era una mujer vieja, tenía sesenta y uno. Aún le podían haber quedado unos años más con una calidad de vida aceptable. No sufría ninguna enfermedad y su matrimonio era feliz. No más que el de otros, pero no más triste, monótono o aburrido. Y ahora, de repente... Todo se acabó para su madre, sin avisos previos, sin la posibilidad de reponerse. La muerte no llega preguntándote si has vivido lo suficiente y no te da una segunda oportunidad si le dices que no. No te da un poco más de tiempo para hacer ese viaje que siempre habías soñado. Te lleva sin hacer preguntas, la muy puta.

viernes, 24 de enero de 2014

Personas invisibles, olvidadas y marginadas

Unas ciento cincuenta personas, o doscientas, o trescientas, las que sean, sentadas en el salón de actos esperando a que comience la conferencia. El ponente, Mario San Martín, se dirige a un estrado marrón que había en el lado izquierdo desde el punto de vista del espectador, a la derecha del escenario mirando de cara al público. Da unos golpecitos en el micrófono para comprobar que no había problemas con el sonido. Viste unos zapatos negros, pantalones vaqueros azules, una camisa azul, corbata con negra y una americana azul oscuro con un pañuelo sobresaliendo de forma tímida a través de un bolsillo que tenía en el lado izquierdo. Se seca unos gotas de sudor que tenía en la frente por los nervios del momento, bebe un poco de agua de una botella que había en el estrado y comienza a hablar. Esa iba a ser más o menos la situación.

miércoles, 22 de enero de 2014

Cuando puta es la única palabra del vocabulario de un hombre...

La pegó una y otra vez. Porque se lo merecía. Porque era una puta. Sin más. No sabía muy bien los motivos, si cualquier persona se lo preguntara no sabría qué respuesta concreta dar. ¿La Tierra orbita alrededor del Sol? La respuesta está clara: sí. ¿Se puede vivir sin corazón? La respuesta está clara: no. En cambio, si alguien le preguntase en cualquier momento por qué la pegaba, por qué le daba una paliza tras otra, por qué se le había metido en la cabeza que esa mujer era una puta que se merecía eso y mucho más, no sabría qué responder. Lo hacía movido por sus instintos, no por argumentos. Por maldad, por pura maldad. ¿Qué le había hecho ella para que la pegara? Posiblemente nada. ¿Qué puede hacerle una persona a otra para recibir una paliza tras otra?

lunes, 20 de enero de 2014

Una cena de cumpleaños, una manifestación y un paseo por el lado salvaje

El champán se derramaba de las copas con los brindis. Era el primer año que celebraba el día de su cumpleaños desde que era un niño. No creía que estar un año más cerca de la muerte fuese un motivo para estar feliz y brindar. Pero aquel año Lorena y Ramiro Villanueva le obligaron a cenar en un restaurante para celebrar su cumpleaños. No habían llegado más cartas amenazadoras y no habían notado nada extraño en su entorno. Las conferencias a los alumnos seguían su rumbo, Mario no había sufrido más síncopes desde el último varias semanas atrás y su editor le animaba para estar lo mejor posible de cara al lanzamiento de su próximo libro. Tenía una mujer en su vida que lo amaba y sonreía más a menudo que antes. No era otra persona, pero si existe la felicidad y si es posible alcanzarla, parecía que Mario San Martín estaba en esos momentos más cerca de lograrlo de lo que llegó a estarlo nunca antes.